
Un guerrero debe ser fluido y debe variar en armonía con el mundo que lo rodea, ya sea el mundo de la razón o el mundo de la voluntad.
El mundo no es ni lo uno ni lo otro. El secreto de un guerrero es que cree sin creer. Cuando un guerrero tiene por fuerza que creer, lo hace porque así lo escoge, como expresión de su predilección más íntima. Un guerrero no cree, un guerrero tiene que creer.
Tener que creer significa que debes tomar todo en consideración. En vez de luchar por tu vida y correr el riesgo, quizás te vas feliz a tu muerte, repleto de juicios.
El Poder te enseña que la muerte es el ingrediente indispensable del tener que creer. Si no se tiene en cuenta a la muerte, todo es ordinario y trivial. Sólo porque la muerte nos anda al acecho es el mundo un misterio de principio a fin.
Si no fuera porque nos damos cuenta de la presencia de nuestra muerte no habría poder, ni misterio.
Tener que creer que el mundo es misterioso e insondable es la expresión de la predilección íntima de un guerrero. Sin ella, el guerrero no tiene nada.
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